Me urge enamorarme, sentir a la mujer y al corazón que llevo dentro. A lo lejos recuerdo ese inolvidable y único palpitar, la emoción que nos hace sentir invencibles, ridículamente felices, jóvenes e intrépidos.
Me urge dirigir mis pensamientos a una persona que abrace mi corazón, cuando sea de noche y cuando esté lejos.
Es algo que ni la familia ni las amistades pueden sustituir, es exclusivo de esa alma gemela que casi nunca toca a mi puerta.
No se puede amar a la fuerza. No se puede desear lo que no nos gusta, ni tampoco aparentar por siempre una mentira que nos lastima.
Todavía aunque difusamente recuerdo lo que se siente estar al lado de otro cuerpo que cuadra, que coincide, que gusta, donde hay química. Ya hace mucho, pero igual lo extraño. Mucho y tanto más en un día como hoy, cuando mi cuerpo ansía tanto la liberación de ese deseo que se pasea sin misericordia por toda mi piel, por mis labios, mis pechos y pezones, mi vulva, hasta lo más profundo y húmedo en mi interior.
Ya dejemos de ignorar la realidad. No seremos amantes, la verdad, nunca lo fuimos. Podríamos continuar con una amistad, pero dudo que tengamos la entereza y madurez de conversar todo aquello que no pasó entre nosotros y queremos que pase con los demás.
Es un martirio vivir con un amigo a quien no amas y deberías amar. Con una persona que espera de mí lo que no puedo dar.
Me enternece su compañía tácita, para cuando alguna emergencia se presente. Pero vivo sola por dentro y por fuera. Con la limitante de no poder socializar y compartir, salir y con honestidad buscar y de paso, si se da, encontrar.
Es asombroso cómo la mente puede mantener la calma y la fría abstinencia sexual, pero cuando el cuerpo clama, una caricia, un beso, no hay salida fácil o digna.
Entonces necesito acallar ese llamado natural, ese instinto sexual ya por mucho tiempo desatendido, me deprimo, me inquieto, hiervo por dentro, llora mi alma y busco formas de huir, de no pensar y de no sentir.
Anestesiar mi cuerpo, mi mente, mis sentimientos, mis deseos y necesidades. Aunque a pesar de ello, noto cómo me cuesta no explotar y gritar mi sentir y mi frustración, y mi tristeza y pena.
Se perfectamente que no estoy sola en esto, hay otra persona que probablemente se siente igual o peor que yo y tiene su corazón dolorido, su alma rasgada y sus necesidades abandonadas.
Me siento sola, a quien acudir en estos momentos de tribulación, no sé, no sé nada.
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