El tiempo, las carreras, el descuido, hace olvidar esos placeres escondidos. Como es el de escribir pedacitos de pensamientos, trozos de sentimientos, migajas de ideas temerosas, polvo de ilusiones febriles creadas en la oscura soledad.
Ya no soy una niña, tampoco una joven, más bien una mujer madurita que a cada día se descubre y poco a poco acepta que ya no es ni será la mujer que fue. No es curiosidad, no es confusión, no es una fase que va a pasar. Es una certeza que me agobia y no me deja.
Me doy cuenta que no hay otro lugar dónde expresarme, dónde desahogarme, dónde gritar al ciber espacio y sin importar los comentarios, lo que siento en mi cuerpo, lo que ya ocultar al menos aquí, no puedo y tampoco quiero.
Vuelvo entonces a mi blog-espacio y me sirvo de su existencia para destapar y disecar la mía propia.
Es como volver a casa, porque afuera nada encontré, nada, absolutamente nada.