Te escondes,
no tienes cara,
no tienes nombre,
vives en angustia,
rodeada de oscuridad.
Oyes voces,
y les temes,
pues crees,
que daño te harán.
No hay espejos,
que te muestren,
lo que llevas,
lo que te identifica,
lo que te distingue,
lo que te martiriza.
No te atreves,
porque sospechas,
porque imaginas,
y te limitas.
Te han dicho,
que mucho duele,
que mucho sufrirás,
por eso crees,
que al esconderte,
te protegerás.
No sabes entonces,
ni te interesa,
lo que hay afuera,
en realidad.
porque temes,
te escondes,
no te atreves,
afuera mirar.
Y en las noches,
cuando duermes,
en pesadilla
afuera estás,
pero tus miedos,
te persiguen
y entre sollozos,
vuelves a despertar.
A tu puerta tocan,
ofreciendo apoyo,
compartiendo experiencias
y tras las rendijas
tú callas y observas,
te intrigas,
te inquietas,
quisieras poder abrir la puerta.
Pero la luz te encandila,
la acción te paraliza,
tu mente no acepta,
y con un suspiro te retiras y das la vuelta.
Esperas un milagro
donde la fe ya no existe,
esperas ser salvada,
sin siquiera abrir,
la puerta que te encierra.
Crees que negando tu esencia,
a salvo estarás mientras puedas.
equivocada, equivocada,
¡Reacciona, qué esperas!
1 comentario:
"Esperas un milagro
donde la fe ya no existe"
Lo leí y se me repitió más de una vez durante el día. Fe, esa firme convicción de las realidades y las verdades. Sí, sin duda en este tiempo de "edad media" -como lo diría Humberto Eco- las convicciones no aciertan más en la existencia difusa del todo ni en la pertenencia del tiempo. Y entonces qué podríamos esperar de ella, o peor aún, qué podríamos esperar de nosotros.
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